Recientemente leí un artículo muy polémico de una autora Francesa que dijo las siguientes palabras:
“Tengo razones para odiar a los niños": el polémico testimonio de una madre francesa que se arrepiente de haber tenido hijos”. Corinne Maier
Más allá de las polémicas que ha generado y la división de opiniones a favor o en contra de su forma de pensar y concebir la maternidad, está el punto de vista de cada quién que lo lea.
Si, debo aclarar que volcaré en estas líneas mi opinión y dejaré en claro que se trata de mi forma de ver las cosas y también me remonto a mi experiencia personal.
He escuchado a lo largo de los años que tengo, y de las personas que he conocido: “mi hijo ha nacido para sanar la relación con mi esposa”, “mi hijo/a nació para hacerme feliz”, ”lo amo más que a nada en éste mundo”, “no podría vivir sin mis hijos”, “mis hijos importan más que mi propia vida”, “amo más a mis hijos que a mi marido”, “son la razón de mi existencia”, “no imagino mi vida sin ellos”, “nada me importa más”...
Cuando recientemente somos padres, puede suceder que nos llenemos de ilusiones, nos desvelemos por darles toda nuestra atención, que nada les falte, abrigarlos a cualquier hora, dejar de comer para que a ellos no les falte, llevarlos al Dr. si es necesario, de madrugada, darlo todo y más por ellos porque los amamos y nos hace feliz que ellos sean felices, pero aquí es en donde entra el lado que pocos quieren leer u oír, el lado de la maternidad o paternidad que te da una cachetada si por un momento no te lo has puesto a pensar.
Ya escuchamos muchas veces que los hijos no son nuestros o que son bendiciones de Dios, que son un tesoro o ángeles en la tierra y mil definiciones más, pero qué significa un hijo para ti?.
Para esta madre son una carga, un gasto que ya quiere que se acabe, que no ve la hora de que se independicen para dejar de pagar por sus cosas porque no lo ve como una inversión.
Sigo dejando el interrogante y procedo a contarte, como ya sabes algo de mi, que mi infancia fue muy diferente, que ni a mí ni a mis hermanos nos ha ido como a muchos niños de padres que lo dan todo por ellos.
Mis padres han sido de lo más particulares y rara vez atendían de nuestras necesidades primarias, pero qué pasó el día que me hice madre?, cómo afrontamos la paternidad con mi esposo sin modelos a seguir o estereotipos de la familia feliz, sana y completa?, la que soñaba cuando veía un capítulo en la tv de la Familia Ingalls?.
Primeramente deseábamos tener un hogar, yo no lo había tenido y el suyo se quebró a sus 11 años cuando sus padres se divorciaron. Él, el hermano mayor, yo, la del medio, él con sus realidades y yo con las mías.
Cada uno tuvo sus ausencias y carencias pero procuramos atenderlas por medio de nuestros mentores y terapeutas cuando nos decidimos a enfrentarnos con las heridas para dejar un mejor camino para nuestros hijos.
No, no fue fácil yo venía de muchos miedos, temores horribles que me decían: “mejor no seas madre”, para la madre que tuviste, “mejor no tengas un marido” para el padre que tuviste.
Las experiencias pasadas nos juegan una mala pasada, nos hablan de fracasos y también nos mienten de que debemos buscar la felicidad absoluta y que ella se encuentra en tener hijos y dárselo todo, he aquí el error: “nuestros hijos no vienen al mundo para sanar nuestro pasado”, "no nacen con el fin en sí mismo de que nos deben hacer felices", "nos hagan llorar de emoción" aunque así suceda, "no vienen a arreglar un matrimonio roto" aunque ambos se pongan de acuerdo para sacar adelante a una familia, "no nacen para completar nuestra felicidad", "llenar un vacío" o reparar vidas rotas. Por más duro que suene: imaginate lo duro que es para un niño/a cargar con ese peso de tener que unir; reparar, sanar, hacer feliz a alguien más, cuando solo tiene recientemente minutos de respirar, en un mundo que tendrá demasiado por enseñarle y exigirle?.
Mis padres sufrieron atrocidades y lamentablemente no han hecho más que agudizarlas ya que no hubo momento en que se plantearan cambiar algo, ser mejores y lo hemos visto.
En varias oportunidades, tras sus peleas, nos subían al auto, con trapos en la mano saliendo a la calle para ver a donde nos dejaban, decían: llevémoslos a un pupilo
( internado). Parece un cuento de fantasías, parece que uno se victimiza hoy por lo sucedido, pero debo ser fuerte y contarte porque cada casa y cada familia, no responde igualmente ante el agotamiento que implica hacerse responsables de criar a los hijos.
Éramos chicos, menores de 10 años y esto se repetía constantemente, no había abuelos o tíos que ayudaran y ellos vivían en un desborde constante entre ellos y hacia nosotros.
No había ni lo básico que tenían la obligación de darnos, nos expusieron a todo tipo de carencias y ni el amor pudo ayudarnos porque en todo momento nos hacían saber lo mucho que le pesábamos a través de golpes.
Terminaron cada uno por su lado, una familia rota, varias paralelas ya que no llevo la cuenta de cuántos hermanos tengo por allí y ni se sus nombres...
La vida no es un romanticismo, la vida realmente es para valientes.
Amo a esos padres que buscan lo mejor para sus hijos, pero nunca, nunca se proyecten en sus hijos y quieran realizar sus sueños y metas a través de ellos.
Si no eres madre o padre aún, tomate tu tiempo, esperá y resolvé lo que puedas de tu pasado, nadie llega perfecto a la maternidad y paternidad, pero insisto: en la etapa que te encuentres de la crianza de tus hijos, hacé un alto y pensalo y decílo en voz alta: no serán para mi, no deben hacerme feliz, será una inversión no un gasto, será para amarlos no para hacerles sentir una molestia constante, no resolverán mis problemas matrimoniales si no hemos iniciado bien desde el principio, no debe llenar mis espacios vacíos de los que no me ocupé antes.
No se trata de llenarte de culpa, se trata de que aún estás a tiempo de atender “tu vida”, “tu salud”, “tu bienestar” para no afectar la vida de tus hijos.
No es desistiendo que les ayudarás, no es forjando un amor que no existe por tu pareja, no es abandonándolos a su suerte, no es intentando ser perfectos como padres que aliviaremos las cargas de nuestros hijos. Seamos sensatos, sentate a charlar de una vez con alguien, lo roto no quiere decir que no se pueda reparar pero que precio pagarán los demás por esa ruptura?.
Sabías que muchos niños se sienten responsables de la separación de sus padres?, que piensan: qué hice mal para que ellos no se amen?, qué pude haber hecho para que sigan juntos?.
Estos son los tipos de cargas que llevan los hijos cuando sus padres no pueden resolver su presente y vienen arrastrando su pasado.
No llegaremos a la maternidad y paternidad totalmente sin agujeros, pero sí habiendo sido consientes de que hay cosas que ya estaban allí y las falsas expectativas no hacen más que ahondarlas.
Es el momento de recomenzar, rever nuestra manera de criar, dejar de hacer daño, dejar de ocultar cosas, dejar de tomar atajos.
Mi maternidad no ha sido fácil, aún sigo criando y buscamos a Dios por sobre todas las cosas, oramos por nuestros hijos y si algo no está bien se los hacemos saber. No somos padres perfectos pero hemos hecho terapia cada uno a su debido tiempo, hemos atendido nuestra salud mental y espiritual para no brindarles una vida pesada y amarga como la que nos ha tocado vivir.
No hay excusas para no mejorar, no puedo andar por el mundo llorando por lo vivido sin hacer algo al respecto. Se puede sanar, nosotros asumimos el compromiso de ser padres y hacernos cargo de los que nos toca y ya no hay que mirar para atrás para criar.
Si deseas una familia feliz, un matrimonio feliz y sano, es cuestión de soltar poco a poco las limitaciones, quejas y dolores del pasado y creer que es un muro y que de tanto golpearlo, se caerá; se tiene que caer el vivir presos de esas experiencias, esas limitaciones suelen vivir en nuestras mentes y de la manera que pensamos, es de la manera en que vivimos.
Atrévete hoy, escribí o dialoga con alguien de tus cosas no resultas y por favor, ama a tus hijos, pero no antes de amarte a ti mismo.
Mirian I. Milillo
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